La receta
—A ver, ¿me ves?, ¿me oyes?, yo no te veo, ¡maldito cacharro!
—Abuela, le oigo bien, dele al botón de
la camarita.
—Le doy, uy te veo boca abajo.
—Jajajaja, ya está, solucionado. Muévalo
un poco para atrás que solo le veo el pelo.
—Hijo, esto es muy complicado para mí.
—Qué va, es usted una artista, ahí, ya está, déjelo ahí, perfecto.
—Bueno hijo ¿Cómo estás?
—Bien, con ganas de charlar un rato y de
que me enseñe la receta. Usted, ¿qué tal?
—Triste, muy triste, está siendo duro.
—Hay que animarse abuela, lo importante
es tener salud.
—Cuando tengas mi edad, comprenderás que
lo importante es aprovechar el tiempo que te queda con la gente que quieres.
Cada minuto cuenta.
—Siento mucho lo que está ocurriendo.
—Yo sí que lo siento, menos mal que tu
abuelo no tuvo que ver esto.
—Lo mejor es que no nos juntemos, hay
que hacer caso a lo que dice el gobierno.
—¡Qué sabrá el gobierno de lo que
estamos sintiendo los mayores! ¡Nos están quitando las ganas de vivir! ¿Qué
pinto yo aquí sin poder abrazar a mis hijos ni a mis nietos?
—Pronto podremos vernos, ya lo verá.
—Ojalá fuera así, aunque me temo que esto
va para largo y no creo que yo lo pueda soportar mucho más tiempo.
—Abuela, yo también voy a echar de menos las comidas y las cenas de Navidad
con toda la familia brindando y cantando, pero es que no puede ser.
—Luis, ahora que estáis todos
desperdigados, yo vivo esperando todo el año para poder hacer la cena de
Nochebuena y que vengáis a mi casa.
—Y yo, ¿qué se cree?, figúrese cenar
solo sin saber hacer poco más que un huevo frito. Lo que me estoy lamentando
estos días de no haber pasado más tiempo con usted y haber aprendido a hacer
esos maravillosos platos a su lado. Hágame caso que cuando menos se lo espere estaré
allí dándole un abrazo y recuperaremos el tiempo perdido. Desde luego pienso
aprender todas y cada una de sus estupendas recetas.
—Gracias hijo, pero a mí la vida se me ha
ido despidiendo poco a poco desde el confinamiento. Aun así, estate tranquilo
que te lo he dejado todo apuntado. Está como para tontos, así que espero que
las sepas hacer.
—No tendría que haberse molestado, si en
cuanto pase esto, iré a cocinarlas con usted, se lo prometo. Anímese, venga
abuela, un momento que voy a por papel y boli y soy todo oídos.
«Ding dong»
—Espera hijo que llaman a la puerta, no
sé quién será, se habrán equivocado. Ahora mismo vengo... Pero ¡hijo de mi
vida!
—Ya estoy aquí, abuela, se lo dije o no
se lo dije, venga póngase la mascarilla mientras abro las ventanas y vamos a
por esas maravillosas croquetas.
#cuentosdeNavidad.
Comentarios
Publicar un comentario