El espectáculo debe continuar

Como en cada función, el anciano se atusó los bigotes al oír el aviso y se introdujo por el túnel que le debía llevar a la chistera; pero esta vez, el camino había cambiado y los nuevos pasillos eran interminables. A punto de desfallecer, por fin consiguió salir del laberinto. Malherido, apareció en una gran sala sombría con restos de zanahorias por el suelo, llena de otros veteranos como él. Había cientos, miles, y estaban tristes y desaliñados. Buscó una salida para volver por donde vino, pero fue imposible. Resignado, agachó las orejas y se acurrucó en un rincón mientras escuchaba a lo lejos los aplausos del público.

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