La maleta

Pasé de guardarte el tirachinas a llevarte vestidos que ni siquiera eran tuyos. Te acompañé en el único viaje que hiciste en avión, donde orgulloso no dejaste de mirar el anillo. Recuerdo pasarlo mal al llegar, en la cinta del aeropuerto, pensando que me habías perdido. Años más tarde, llena de patucos y pañales, hice dos visitas al hospital. Con los niños en el camping cada verano, no parabais de reír. La alegría de esos días saltó por los aires una lluviosa noche cuando, tras varias vueltas de campana, todos quedaron atrapados en el coche. Tras salir de allí, no volví a verlos nunca más. Ahora, con un par de mudas, la cartera sujeta con una goma y una rama de tomillo entre las camisas blancas, permanezco a tu lado apoyada en la cama de esta pensión, tan vieja como tú, con el asa rota y atada con dos cuerdas que espero no utilices.

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